Relaciones laborales, creación de empleo y crecimiento económico
Auteur | Eguzki Urteaga |
Pages | 215-235 |
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La debilidad del crecimiento económico, el aumento del desempleo y la baja tasa de empleo no resultan tanto de la rigidez del mercado laboral, de la predilección de la población por el ocio o de la pérdida de poder adquisitivo, como de la incapacidad de los dirigentes y de los trabajadores de las empresas para trabajar conjuntamente. Dicho de otra forma, las malas relaciones laborales, que resultan de la génesis de las actitudes sindicales, de la predilección empresarial por el paternalismo y la burocracia, y de los puestos ocupados por los altos funcionarios, generan una insatisfacción en el trabajo, una desconfianza entre empresarios y trabajadores y una falta de colaboración entre ambos que influyen directamente sobre el crecimiento económico y la creación de empleo. Francia se caracteriza especialmente por la incapacidad de los principales actores empresariales para construir unas relaciones laborales basadas en una confianza recíproca y en una búsqueda del interés compartido. Frente a esta situación, varios autores, entre los cuales se encuentra Thomas Philippon, proponen renovar las relaciones laborales a través de la limitación de la transmisión familiar de las empresas, la ayuda de las pequeñas empresas competitivas, la renovación del diálogo social, la reforma de la función pública, el refuerzo de los contrapoderes y la transformación del sistema educativo.
Los economistas explican la crisis socioeconómica francesa, sinónimo de crecimiento débil y de desempleo elevado, por el rechazo del trabajo y la predilección por el ocio, la rigidez del mercado laboral o la falta de demanda interna, como consecuencia de la pérdida de poder adquisitivo, sobre todo de las categorías menos favorecidas. Efectivamente, el país galo se ha caracterizado desde los años 1980 por un crecimiento medio que se sitúa entre el 1,5% y el
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2% y un nivel de desempleo que difícilmente pasa por debajo del 8%, incluso durante los periodos de fuerte crecimiento.
En primer lugar, las encuestas internacionales, empezando por el World Value Survey, sobre los valores y actitudes de la población de más de 85 países sobre una serie de cuestiones políticas, sociales, económicas o religiosas, dedican dos preguntas al trabajo: “¿Qué importancia tiene el trabajo en su vida?” y “¿Es importante aprender a sus hijos a trabajar duro?”. Francia se sitúa en la 30 posición en lo que se refiere a la importancia del trabajo, lo que le ubica en la cabeza de los países desarrollados, por delante de Estados Unidos, Dinamarca e Inglaterra. En cuanto a la importancia de enseñar a sus hijos a trabajar duro, Francia se sitúa en el puesto n.° 47, por delante de la mayor parte de los países europeos y muy por delante de los países escandinavos. La encuesta World Value Survey contiene igualmente una pregunta sobre el ocio: “¿Qué importancia tiene el ocio en su vida?”. El país galo se sitúa en la 34 posición, por detrás de Estados Unidos y de los países nórdicos pero por delante de la mayor parte de los demás países europeos. El problema no está tampoco vinculado a la opinión que tienen los galos sobre el empleo y los empresarios, puesto que las encuestas del Instituto de sondeos Sofres indican claramente que los empresarios gozan de una buena imagen en general, ya que para el 70% de los franceses las trayectorias más enriquecedoras son las que consisten en crear su propia empresa o en ejercer distintas profesiones a lo largo de su vida. Estos datos indican que no se puede achacar la escasez de empleo y la baja tasa de empleo, a la pereza de los ciudadanos porque desean implicarse profesionalmente. Si las personas quieren trabajar y los empresarios desean invertir, no consiguen hacerlo de manera conjunta.
En segundo lugar, la crisis socioeconómica y, sobre todo, el nivel de desempleo y la tasa de empleo, no resultan fundamentalmente de la rigidez del mercado laboral, con el coste de los despidos, la duración de las indemnizaciones por desempleo, la fiscalidad que pesa sobre el trabajo, el poder de los sindicatos, el nivel de los salarios o los programas de formación continua. No existe una relación directa demostrada empíricamente entre la rigidez institucional y las tasas de desempleo y de empleo. En Suecia, por ejemplo, la fiscalidad es elevada y el mercado laboral está regulado y, sin embargo, los niveles de desempleo y de empleo son óptimos. Otro ejemplo, en Dinamarca, el hecho de que los desempleados puedan cobrar el 80% de su remuneración durante cuatro años no impide que el nivel de desempleo sea bajo.
De manera general, se quiere saber: ¿en qué medida las diferencias institucionales del mercado laboral pueden explicar las variaciones de las tasas de desempleo y de empleo? Las investigaciones llevadas a cabo tanto por Olivier
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Blanchard y Justin Wolfers198como por Juan Botero, Simeon Djanko, Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silanes y Andrei Shleifer199demuestran que, en el mejor de los casos, el factor institucional sólo explica la octava parte de las oscilaciones del desempleo entre los países y menos del tercio de las variaciones de las tasas de empleo. Además, la explicación en términos de rigidez del mercado laboral se limita a las causas superficiales.
En tercer lugar, la debilidad de la demanda interna, como consecuencia de una supuesta pérdida de poder adquisitivo de la población, que provocaría un declive del consumo, una reducción de la actividad empresarial y, en definitiva, un crecimiento del desempleo, no se corresponde con la realidad. Efectivamente, a pesar de conocer un nivel de crecimiento inferior al observado entre 1945 y 1975, el poder adquisitivo y el consumo siguen creciendo. La preponderancia de los valores hedonistas, el cortoplazismo, la facilidad de acceder al crédito y las necesidades crecientes, incitan las personas a consumir, muchas veces en detrimento del ahorro.
¿Si los ciudadanos franceses desean trabajar, la incidencia de la rigidez del mercado laboral es poco relevante y el nivel del consumo es suficiente, cómo explicar esta crisis? La razón principal estriba en la incapacidad para trabajar conjuntamente o, si se prefiere, en las malas relaciones laborales. Francia es el país donde las relaciones laborales son las peores, tanto desde el punto de vista de los empresarios como de los trabajadores. Dos encuestas llevadas a cabo con 5000 empresarios pertenecientes a 100 países lo demuestran: la encuesta del IMD y la encuesta del Foro Económico Mundial titulada Global Competitiveness Report (GCR) lo demuestran. En 2004, según el IMD, Francia se sitúa en la 57 posición sobre un total de 60 países y en el último lugar de las naciones desarrolladas en cuanto a la calidad de sus relaciones laborales. Y, para el GCR, llega en la 99 posición sobre un total de 102 países, es decir, que sólo supera a países como Venezuela, Nigeria y Trinidad.
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Estos resultados no traducen un pesimismo de la población gala puesto que la confianza de los franceses en los sistemas políticos y judiciales es comparable a la de los demás países desarrollados. La escasa calidad de las relaciones laborales en Francia es un fenómeno relativamente duradero en la medida en que el Global Competitivness Report estudia ese aspecto desde 1993 y la posición del Hexágono no ha cambiado desde entonces. La encuesta IMD conduce a conclusiones similares, utilizando otros criterios y planteando unas preguntas alternativas, tales como: “¿Los trabajadores de su empresa están motivados?” o “¿Los conflictos laborales de su empresa se arreglan rápidamente y sin demasiado coste?”.
Esta valoración es compartida tanto por los trabajadores como por la población en su conjunto. Según el World Value Survey, Francia se ubica en el último lugar en lo que se refiere a la libertad de tomar decisiones en el trabajo y, en la penúltima posición, por delante de Grecia, en cuanto a la satisfacción en el trabajo. La situación es más problemática para los trabajadores que ejercen empleos poco cualificados, sabiendo que los menos cualificados son los que más valoran el trabajo. Si el 68,4% de los franceces consideran que es importante enseñar a sus hijos a trabajar duro, esta proporción alcanza el 74,5% entre los menos cualificados, mientras que baja hasta el 56,8% entre los que tienen títulos universitarios. De forma similar, el 74,1% de los menos cualificados piensan que el trabajo es muy importante, mientras que solo el 56,6% de los cualificados piensa lo mismo. Sin embargo, los menos cualificados no están tan satisfechos con su trabajo (el 46% frente al 50%) y son los que carecen de liberatad a la hora de tomar decisiones (el 49% frente al 67%).
Los ciudadanos galos no confunden su insatisfacción en el trabajo con su vida privada, puesto que, para la pregunta: “¿Hasta qué punto está satisfecho de la vida que lleva en este momento?”, Francia se sitúa en la 28 posición sobre 81 países, es decir, cerca de la media europea. Esto significa que la población es plenamente consciente de lo que funciona en la sociedad y de lo que disfunciona. Por ejemplo, los ciudadanos valoran positivamente la...
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